
Es curioso cómo nuestra experiencia nos va llevando de un lado a otro por el plano fotográfico. Nuestra experiencia sobre lo que vemos, sobre lo que sentimos que debemos hacer en cada etapa. Recuerdo esas fotos de turista con el monumento de turno de fondo y los personajes situados en el centro de la imagen.
Después, recuerdo esa etapa cuando situábamos al personaje a un lado del plano, como si con ello estuviésemos entendiendo la regla de los tres tercios sin tan siquiera conocer su nombre. Con los años todo ha ido volviendo al centro, o al menos eso es lo que las nuevas tendencias en la fotografía de boda nos están haciendo ver.
[Tweet «Componiendo al centro o cómo saltarse las reglas en la fotografía de bodas»]
Como un álbum fotográfico cuya simetría nos condiciona a la hora de componer sus páginas, así esta tendencia hacia el orden central nos devuelve al punto de origen. Un recurso que apuesta por la ausencia de movimiento, donde las parejas favorecen lo estático gracias a una pose de “foto palo”, como coloquialmente se la conoce.
Todo ello nos lleva visualmente al cine de Wes Anderson, como ya pudimos comprobar a través de un artículo publicado en estas páginas. Esa centralidad a priori parece sencilla, solo (y ya es mucho) debemos encontrar un entorno propicio para explotar aún más la simetría al centro.
Con este recurso rompemos esa idea de que cada elemento tiene que tener su sitio predispuesto por diferentes puntos del plano, llevamos todo al centro de manera armónica, cuidando no llevar a cabo un horror vacui central sino seleccionando muy bien en qué espacio vamos a trabajar.
Podemos ayudarnos de paredes, de fachadas, de caminos de asfalto, de árboles altos en un bosque o de viñedos, entre otros muchos escenarios, donde el punto de fuga, en ese caso, se nos escape en el horizonte.
Técnicamente tenemos que tener presente que la pareja retratada será el centro de todas las miradas dentro de un paisaje que les envuelve. El uso de lentes angulares (28 mm, por ejemplo) nos ayudará a crear esa atmósfera sin tener que irnos muy lejos de la escena.
También un tilt-shift usado de manera adecuada descentrará el foco para ofrecer un desenfoque en las líneas superiores o inferiores del plano, ayudando a concentrar nuestra mirada en los protagonistas.
Esa fijación por llevar nuestra atención al centro nos puede llevar a una regresión aún mayor si viajamos a la pintura clásica del Renacimiento. “La última cena” de Da Vinci, “La Escuela de Atenas” de Rafael o “El juicio final” de la Capilla Sixtina por Miguel Ángel, por nombrar obras archiconocidas, no hacen sino crear esa atmósfera para que nuestro ojo encuentre rápidamente a los protagonistas.
Pero, ¿visualmente qué nos ofrece este recurso? Obviamente en las obras de la pintura que hemos mencionado existe una mayor congregación de elementos en la imagen, en la fotografía de bodas de la que estamos hablando existe claridad visual, hay pocos obstáculos, todo funciona bajo unos parámetros que nos llevan a la ilustración más delicada.
© Pablo Laguía© Pablo Laguía
© Pablo Laguía
Nos ofrece una contención en lo que queremos expresar. Nos mentaliza para que paremos el discurso narrativo más dinámico y nos sentemos un segundo a respirar. Nos ayuda a situarnos en la historia. Nos favorece la elección de un negativo más icónico en cuanto a imagen de gran potencia descriptiva, pero serena.
Porque la simetría al centro con los protagonistas posando hieráticos, no sólo es un recuerdo al bajorrelieve egipcio, es también una manera de colocar nuestra mirada hacia la simplicidad de la fotografía, donde no necesitamos de un gran despliegue de movimientos, sino simplemente un lugar donde apoyarnos.
Por Gema S. Nájera
Yon Garin
05.04.2016 at 09:24Yo lo hago, cada vez más el poner a la pareja en el centro. Y si hay que romper las normas establecidas de los tercios… ¡pues mejor!